jueves, 26 de agosto de 2010

“La paradoja de volver a ser víctimas después de 34 años”

Como en el viejo chiste del escorpión y su naturaleza de envenenar a sus víctimas, ayer el diario Clarín ha vuelto ha clavarle el aguijón a la familia Graiver. Hablamos, claro, del aguijón de la operación de prensa, de la presión personal, de la manipulación de la información a favor de sus propios intereses. Hace exactamente 34 años, el grupo mediático más poderoso del país, aquel que tomó como rehén la conciencia de los argentinos en los últimos 50 años, destrozó, en complicidad con la dictadura militar, a la familia Graiver, para –como confirma el informe presentado ayer por la presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner– apropiarse de la empresa Papel Prensa junto con el diario La Nación. No ahorraron en medios ni métodos en aquel momento –de los dichos de Lidia Papaleo se desprende que se trató de una extorsión sin eufemismos– y todo indica que tampoco se dieron el lujo, ahora, de evitarle mayores sufrimientos a quienes ya habían victimizado. Como en una especie de eterno retorno, hoy la hija de Lidia Papaleo, María Sol, y su tío, Isidoro Graiver, son asomados al horror nuevamente por el grupo que lidera –como en aquella época– Héctor Magnetto.
En la precisa investigación que realizan Cynthia Ottaviano y Juan Alonso se demuestra periodísticamente –sin valoraciones, sino con detalles e información debidamente chequeada– que Isidoro Graiver, tanto en sede judicial como frente a Tiempo Argentino, había confirmado la historia que durante 34 años la mayoría de los periodistas argentinos supieron y callaron. Porque esto alguna vez hay que decirlo: todos los periodistas sabían cómo había sido traspasada Papel Prensa. Yo lo escribí en 2003, en mi libro Maldito tú eres, y María Seoane y Vicente Muleiro, en 2001, en El dictador. ¿Por qué la “prensa independiente” investigó muy poco el tema? La respuesta es sencilla: en periodismo, el silencio corporativo se parece mucho a la ley de la omertà. En este marco de complicidades “de grupo” es que hay que entender el acto de valentía y arrojo de los periodistas de este diario.
¿Qué hizo que Isidoro Graiver cambiara su declaración frente a un escribano para favorecer al Grupo Clarín? ¿Por qué se contradijo a sí mismo? La respuesta quizás haya que buscarla en los miedos que atenazan desde hace muchas décadas a los protagonistas de esta historia, que fueron víctimas en 1976, y quizá lo sigan siendo.

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